domingo, 6 de noviembre de 2016

deberes si, deberes no. esa no es la cuestión

Nunca me gustó mandar deberes. Eran rutinas necesarias, que motivaba con la respuesta inmediata y que muchas y muchos de mis alumnas y alumnos se hacían en el aula, en esos tiempos que sabían sacarse entre clase y clase. Aquellos eran tiempos otros.
Por mi parte, también, en tiempos rascados durante el día, devolvía revisados esos automatismos que reforzaban contenidos.
Quedaba el estudio. El repaso. El reto que no se resuelve en la inmediatez.
Un grupo en su interacción eleva el nivel de comprensión.
Cambiaron los hábitos y la escuela empezó a ser lugar de complejidad mayor. Por ella circulé, yo misma con desanimo ante ese desajuste entre lo curricular prefijado y las nuevas actitudes de mi alumnado. Y también el sistema que a mis tareas docentes había llevado a no tener en mi mano esa capacidad de respuesta inmediata con aquellos pasos dados en el proceso de asimilación, quedando sola ante correcciones, que me hacían dudar de la eficacia de mi trabajo.
Aquel tiempo pasado, en que todo se articulaba con tiza, papel y lápiz.
Terminé con pizarras digitales y materiales preparados para pantallas.
Un territorio no acotado, en que cantos de sirena reclamaban.
Nuevos tiempos. Equipos de alumnos en el aula. Equipos docentes en paradigma diferente.
¿Qué tienen que ver tareas machaconas en casa?